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25 de septiembre de 2009

La imaginación de un ciego

Imagínese una mente en la cual no exista el concepto tornasolado.
El concepto azul turquesa.
Imagine una sensibilidad a la que no es posible ver la magnificencia de una boca sonriendo.
Una vida en la que no fuera posible contemplar un gato mientras duerme.
La imagen de un recién nacido.
La primeriza visión de un cadáver.
Trate de imaginar una vida sin colores, sin pintura, sin dibujo.
Imagine una memoria construida a base de formas y texturas y olores, pero sin la certeza de lo que fue ver sus ojos mirando fijamente a sis ojos.
Imagine que es capaz de borrar todas las imágenes de su vida.
TODAS.
Y luego trate de imaginar qué le quedaría.




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Es mío tu olor. Es mía tu mano en mi mano y el calor.
Es mío el primer sabor del mar.
Es mío el aire revolviendo mi pelo en un día de verano.
Es mío tu gemido, tu pie.
Es mío el sabor de la naranja, de la miel.
Es mío el decir y el dolor.
Mía es la temperatura de tu cuerpo
y el peso de tu cuerpo sobre mi cuerpo.

Pero lo que de verdad es mío. Sólo veo bien la nada.
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