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7 de noviembre de 2011

Receta de callos propios

Para que los callos resulten realmente sabrosos,  ha de haberse trabajado usted un estómago  que absorba todos y cada uno de los sabores que hayan pasado por su cavidad. Este es un proceso que puede durar años, y cuanto más placer le dé a esta su víscera, más éxitos cosechará la futura receta.
Lo primero de todo, coja un cuchillo bien afilado y rájese la tripa con un corte firme. Cuídese bien de seguir la línea que va desde la mitad de su diafragma hasta el inicio del bajo vientre, con una ligera inclinación hacia la izquierda. Separe bien la masa muscular de la víscera y, con otro cuchillo, haga una incisión en el estómago, con cuidado de no dañar las otras vísceras situadas a su alrededor. Coja el cortacallos y, tras colocar la cuchilla en la posición que considere más apropiada, corte los callos uno a uno, colocándolos después en un amplio bol.
Cuando su estómago esté totalmente limpio de callos, cierre, cosa y cierre

y a otra cosa.

Una vez limpios los callos de restos de comida, de grasa, de sangre, de sentimientos y de jugos gástricos, córtelos en trozos regulares de no más de un dedo de grosor, salpimiente, añada especias al gusto, ajo, aceite y agua, y ponga a cocer a fuego lento hasta que el agua se haya consumido o los callos se hayan reblandecido y estén listos para consumir.
A modo de presentación, lo que va mejor con este tipo de receta tradicional es servir el plato en una cazuela de barro, a fin de que pueda degustar, tal y como se hacía antaño, este manjar, fruto de todos sus fracasos.

Una vez hecha la digestión, si logra llevarla a buen término,
Lo verá todo así como más bonito, como más agradable.

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